Impuestos
Por
Edgar Jorge Rodríguez Alánez*
Las décadas 80-90 en
Bolivia era común escuchar que Bolivia poseía el mejor destructor del mundo: el
ente recolector de impuestos. Las empresas, los empleados eran los que se
quejaban del sistema impositivo, de las exacciones que se realizaba y otros
delitos.
Los “neoliberales”
implementaron una serie de reformas que cuasi se convierten de una suerte de
sistema de transición a un sistema que pervive al presente. Todo sistema de
transición tiene en sí mismo la marca de que lo transitorio, lo que es para el
momento se queda por un tiempo indefinido. Ello ocurre en las empresas y en
todo el quehacer humano mientras el sistema funcione no se lo toca. Un cantante
español dice “…Santa Rita Rita Rita lo que se da no se quita”.
Sin embargo de ello
el sistema estaba hecho para eso, para paliar el momento y servir en las
mejores condiciones a los decretos económicos dictados. El sistema impositivo
tenía pues que dar todas las libertades, esos grados de libertad de un modelo
se ven en la práctica en las desregulaciones que dotan al sistema y que son
pasibles de revisar en cualquier momento para que el modelo impuesto trabaje de
la mejor manera concediendo al mismo tiempo el no perder los ingresos
necesarios.
Los huecos y esas
libertades concedidas debían ser ajustados en el transcurso del tiempo, en el
mismo tiempo donde se desarrollan las nuevas reglas de juego. Sin embargo de
ello el sistema siguió en su curso hasta llegar con una serie de paliativos,
una serie de restricciones y acomodamiento a los nuevos actores económicos que
se reanimaron en el curso del siglo hasta llegar al presente, sin tocar las
libertades concedidas en el momento de su implementación. Las desregulaciones
del sistema se convirtieron en parte de los ejes del modelo impositivo.
Los chilenos que
llegan a trabajar en Bolivia y/o en cualquier parte del mundo tributan al
erario chileno, los que visitan Chile dicen que hasta los chicles pagan
impuestos. Es decir mientras el sistema impositivo de los países desarrollaba
sus masas tributarias, en Bolivia se ajustaba y optimizaba las masas tributarias
que habían sido transitorias, de manera independiente y sin tomar las
interacciones de los subsistemas que componen el modelo. Los nuevos actores
económicos en la minería, en la industria manufacturera, en el transporte y los
otros rubros se beneficiaban de este sistema. Otros actores que salieron de la
etapa de transición eran grabados de manera singular.
El desarrollo de los
sistemas administrativos si bien cambiaron de nombre con el ente tributario no
cambió en la lógica de su administración ni en el modelo impositivo.
Cualquier sistema
requiere de una serie de libertades, esos grados de libertad son manipulados
por los entes políticos económicos del estado. En minería los cambios
efectuados se parecen del todo en una serie tomada de las reformas coloniales,
los cambios se refieren estrictamente en lo recolectado y no en la base misma
económica.
Los transportistas
pueden argüir lo que corporativamente les conviene, sin embargo de ello el
problema no radica en ello, radica en el sistema tributario. Los comerciantes tienen
en ciernes un pliego, los comerciantes tanto grandes tributarios como los
comerciantes de capitales menores, que llamamos gremiales. El pliego de seguro
tiene, como en el caso de los transportistas, en si la causa mayor en el
sistema tributario. Las nuevas demandas de la minería ahora tienen
corporativamente los argumentos que nacen no solo del sistema tributario,
también de los mercados globales con la cual interacciona.
El sistema tributario
por lo mismo si no ve en lo largo, no será capaz de reconocer de las libertades
ocasionales en un momento de transición, por lo mismo las desregulaciones que
requiere a través de los grados de libertad que se conceda al modelo. Esta transición
global puede prolongarse más allá de cualquier discurso local, en la práctica
son reactivos al momento coyuntural.
Aún de persistir el
actual sistema tiene en su administración un sistema que no ha sobrepasado de
la simple optimización de algunos de sus componentes, ni siquiera puede decirse
que se ha hecho una reingeniería y peor un sistema que vaya con la realidad nacional.
No hay un solo
contribuyente que reciba un salario que no haya comprado una factura. Las
noticias de la prensa hacen pensar que hasta el primer hombre del gobierno, el
presidente del estado plurinacional, realiza lo que el empleado con el menor
ingreso hace al tributar. La compra de verduras, carne y hasta la compra de
artefactos electrodomésticos y computacionales no facturan.
Es práctica y vox
populi lo que se hace. Llevarlos a mirar el sol en barrotes o incautarle su
herramienta, es como quitar al pescador su caña de pescar para darle mendrugos
de pan; Bolivia vuelve a ser lo que ha sido siempre un país que vive de la
limosna, un país donde un puñado gentes viven lo que viven los grandes
millonarios del orbe, un país donde es mejor estar en la informalidad. Quizá
García Márquez tiene razón es mejor estar indocumentado para estar feliz.
Un artículo del
premio Novel de la economía Paul Krugman, argumenta lo detestable de una “…desigualdad inevitable,
la desigualdad extrema que existe hoy en estados Unidos no lo es”, En
Bolivia esa desigualdad extrema es detestable,
empeorada por un sistema tributario que es desigual y combinado, ancho
para unos y estrecho para la mayoría de los bolivianos; lo peor es saber que
esta desigualdad extrema es propiciada por los entes gubernamentales.
* Ha estudiado ingeniería química y trabajado en el área minera en empresas COMSUR/Sinchi Wayra, Apogee - La Solución, Minco y otros.
Oruro, 9 de
febrero de 2016
Edgar
Jorge Rodríguez Alánez
3081317-Or
Telf. 52 41924
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