Revoltosas Vírgenes
del Carmen y Socavón
Por Edgar Jorge Rodríguez Alánez*
El
16 de julio de 1809, en La Paz, sofocada la Junta Tuitiva, determinan cárcel
para la Virgen del Carmen, traída desde su altar es recluida en calabozo por
revoltosa. En las minas, las revueltas obreras, en las casas y los sindicatos,
son auspiciadas por la virgen del Socavón, a decir de sus devotos.
Donde
revuelta y desorden, donde reclamo obrero, están los ojos vigilantes de estas
Santas, a ellas se encomiendan no sólo devotos. Cuál guerra de Troya, héroes y
dioses en batalla, envuelven en cerrada polvareda, segando ojos de enemigos o
alucinando gigantes donde molinos, en uno y otro bando, troyanos y griegos. Escapa
París, alucina Menelao, veneno de flecha griega, veneno de diosa, los griegos
gritan victoria, los dioses dicen que todavía.
En
Oruro, en el extremo sud de la ciudad, los 16 de julio se congregan ante la
Virgen del Carmen en la calle Arce que remata con el Hospital General San Juan
de Dios, otrora convento. Allí los indios venidos de Toledo, Challacollo, del
sur de Oruro, recalaban con sus bestias, la segunda parada después de Agua de
Castilla, en esta comerciaban con los mineros bajados del cerro Santa Barbara,
los venidos de la Tetilla. Allí también remataban los teatreros, los artistas
que siguiendo lo que hoy es la 6 de octubre con su baile y derroche de alegría
antes de llegar a Potosí para Semana Santa, en una batahola carnavalera. Desde
esos tiempos la Virgen del Carmen tiene sus devotos, en ese pueblo de indios.
En
plena dictadura, cuando el delito era caminar más allá de las diez, once de la
noche y peor en grupo, es donde ocurre ésta anécdota, allá en los años de
colegio, en los años del testamento bajo el brazo.
La
banda del Colegio Bolívar en sus ensayos, marchaba unas veces al norte otras al
sur, en esa casualidad del sur, a eso de las nueve de la noche asomamos
entonando marchas por la capilla de la Virgen del Carmen, los devotos piden
retreta y ni cortos ni perosozos, los “jefes de la banda” ordenan marchas,
bailecitos, morenadas, etc. Liban los parroquianos vivando a los colegiales,
las señoras aplaudiendo, diciendo: buen augurio.
Pero
el augurio seguro era retornar a nuestros domicilios, “toque de queda” por
medio, el garrote revoloteaba, arpías policiales, volquetas repleto de
infractores.
El
“Babulito”, cogiendo “bajo” en vez de clarín, el “Thalu”, “torolita” a cambio
de tambor rústico y quien escribe “Bocacio” agarrado de clarín, empinamos el cerro,
para bordear la ciudad, en el trayecto despotricábamos contra los gorilas
fascistas que obligaban paso a ocultas y salto de mata. Llegamos hasta detrás
del Colegio Bolívar, de allí enfilamos al socavón, en nuestro paso, Polifemos
con sus ojos de luz amarillenta, sombras en los vientos danzaban en las esquinas,
subían a las bocas desdentadas de las casas con miedo, sus ojos de ventanas se
negaban a mirar.
En
una esquina se veía el edificio de lo que era el Consulado de España en Oruro,
tan campante en democracia como en dictadura, franquismo campante como sus
leones rampantes, tan sabedores nosotros de ello en ese entonces, sino de los
guerrilleros, tan sólo eran extranjeros, “madrastra patria”. Frente al edificio unos borrachos dormían la
mona, envueltos en frío y viento polvoroso, envueltos en la nada, la nada de
escaparse. Alguien o ellos mismos se habían sacado las botas dispuestas en
frente de ellos.
Nuestras
figuras tenían el halo de sombra jugueteando, destellos de luz amarillenta, figuras
de fantasmas de viento. En un arranque de todo lo discutido en el camino,
buscamos piedras para los cristales impolutos y sin culpa de aquellos que
vinieron ha ya cinco siglos. Las piedras saltaban de las ventanas, entonces al
ver las botas lanzamos a las ventanas españolas. Pies en polvorosa, no sin
antes gritar: ¡Viva la libertad!
Ya
tomando la explanada de la avenida Cívica, el cielo y el viento ululaban gritos
de arpías, siniestras calaveras, blancas de cal y muerte, sirenas encantadas de
miedo y garrote. Los “blanca nieves” se anunciaban como perros cancerberos en
mitad del infierno. Reculamos para tomar lo alto, casi sin tiempo hasta
alcanzar el monumento al minero, dentro de cuya fosa caímos acurrucados
sosteniendo la respiración.
Monstruos
de blanco y negro, tan blancas como las calaveras de muerte, de plomo sus
dientes de fuego, sus barrigas tan negras de policías, como la eternidad de la
noche, revoleteaban las arpías de la dictadura.
El
tiempo eterno, los minutos tan pesados y lentos, tan frio su resonar, tan como
nada, tan como pensar la cárcel o la misma muerte.
Después
la nada, el silencio, las miradas perdidas en las sombras, buscando respuestas,
sin halito ni voz. Lanzados como resortes, tomamos las faldas del Pie de gallo
para seguir el Cerrato, a golpe de carrera. de allí a descolgarnos a nuestras
casas. En adelante: un silencio acordado.
¿Como
es posible no habernos visto u oído la policía? ¿Por qué habíamos hecho esa
acción?. Revoltosa es la Virgen del
Carmen, tan revolucionaria, tan de iglesia … Virgen del Socavón, su manto invisible
o sus candelas sin luz para cegar a los cancerberos, como fuere… . La
“torolita”, el bajo o el clarín no destellaron, fuimos invisibles para la
dictadura…
Nota.-
a saber mis compadres: Thalu y Babulito, Javier Ríos e Israel Gonzalez
Edgar Jorge Rodríguez
Alánez
C.I.
3081317 – Or.
Cel.
63643201;
Telf.:
52 38992 -52 41924
*Exalumno
del Colegio Bolívar
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