Carnaval en la encrucijada
Edgar Jorge Rodríguez alánez[i]
Los
“tanta almanaques” venían disfrazados de todo y nada, los guiones al frente y
la banda de “tuturutus” con tambores de latas. Sus padres habían venido de otros
lares, decían, la historia dice que fueron los primeros en bailar “tobas” en
Oruro. Los hijos de la historia jugaban al carnaval.
Sus
padres habían tenido los carritos de mano, que rondaban a la par de los trenes
cerquita de los mercados, todavía eran “cargadores”, no eran los “aparapitas”
que pintaba Saenz. El tiempo les ha robado los sueños y ellos y sus hijos
responden con lo responden los guerreros del oriente. No era robar, no era nada,
tal vez calumnias, sólo respondían al robo de su alma.
Verlos
en su calle reproduciendo en chiquito el carnaval no era menos que interesante
era entrar a jugar con ellos. Era a bailar con la misma fe con la que los
guiones y las andas de la virgen llevaban en la calle terrosa que se
convertiría en un infinito camino de
tarde de carnaval, después de carnaval.
En
mi calle también reproducíamos, pero no había guiones, no había disfraces, allí
estaban todos bailando a la perfección los bailes preferidos. De seguro también
venían a vernos a envidiarnos como nosotros al verlos.
Meses
después en la escuela bailaba la última novedad o simplemente la novedad de los
bailes que no existían sino de la visitas paceñas de orureños como eran los
“callaguayas”, paraguas en mano en el escenario se hacía las evoluciones de las
callaguayas. Era el carnaval a fuerza de ensayo que entraba en el escenario de
la escuela a querer danzar el baile de calleja.
En
los niños que no pasan de los diez años, se veía después de carnaval, “el deber
ser” de lo que vendría el nuevo año del carnaval. Allí se reproducía pero
también se creaba el ideario, no había adulto que pasando por las calles de
bailarines niños no añorara el baile que quita las penas, que agiganta las
pequeñas alegrías. El país vivía la paz de la parafernalia de carnaval, un
orden del caos que introducía plomo en el cuerpo y alma, trabajo para muchos
era comerse su alma en la relativa calma del dinero petróleo, eran los setenta.
Un
quite y el volapié dado hacía que el “cacachaca” volara por los suelos, otro
contrincante caía en medio de los demás, festejaban los comunarios con pullas a
los vencidos. El profesor había derrotado a los más aguerridos, “a patadas lo
ha manejado”, después la comitiva de autoridades venía a la casa de los
profesores, pedían que el profesor los acompañe, “todo se lo van hacer”, le
decían a mi madre y la profesora Nelly negaba y negaba que el profesor Corsino sea
parte de la caravana que visitaría al “señor”. Al escuchar de niño me
preguntaba cómo eran estos seres que entrenaban para pelear en medio de baile y
“jula julas” como eran, si al verlos cuando nos visitaban en los setenta eran
iguales a cualquiera.
Arriba
del colegio, casi pegado en los cerros a un caminar de cuadras del centro del
pueblo de indios donde ahora está el hospital, fui a ver los primeros ensayos
de los “tinkus” gente venida del norte Potosí ensayaba los primeros pasos para
ingresar por vez primera en el carnaval con banda. Por esas mismas fechas, los
primeros años de los 80, nuevamente el colegio era depositario del baile de los
tinkus que se bailaría a fin de año, el carnaval se reproducía en las aulas
colegiales, se inventaba, se creaba los mitos, las peleas. Ahora sabía del
porqué las autoridades ofrecían toda la vestimenta y el ofrecimiento de cuidar
al profesor en una fe que camina por los caminos, por los pueblos, por las
calles y apropiarse del alma de salón y lanzarlos al baile de la calle.
Peros
los sueños hecho de nueva salivilla de estrellas, de cielo y tierra, forjaba
otros bailes donde refugiarse, así como seguirá creando nuevos refugios
salvando al carnaval del propio carnaval.
Los
“jula julas” de Cacachaca ingresaban como jamás se ha visto en la ciudad de la
mano de premios de miserables, picotas, carretillas y el sindicato, pero los
sueños vienen a veces sin nada y nada es mejor que nada.
Los
“jula jula” se anticipaban al carnaval y se enteraban por voz del viento, aún
con la mentiras, que eran ellos los hacedores de tinkus en Macha y Cala Cala,
eran los “indios” los que venían al rescate del carnaval. Mancha de sangre y sangre en tierra se
levantan los guerreros sin miramientos a sus heridas, entran y toman plaza y
calvario. Vendrán sin pedir permiso a nadie para Cala Cala, también en
carnavales.
Pero
el carnaval es cruel, su alegría trae consigo la urgencia de ser parte de la
parafernalia. Los sueños rotos son vueltos,
traídos, de seguro no es la virgen devolviendo esos sueños con salivilla de
estrellas y fe.
Los
marginados, las Domys, los “enamorados de la casa solariega”, los que no son de
aquí ni de allá creaban sus propias máscaras y volvían a sus ancestros.
Ojos
verdes y piel blanca, piel de bronce y ojos negros comulgaban entre las
primeras “tarkas”, allí estaban los que su cultura les negaba ser carnaval en
diablo y moreno, o los que su dinero les negaba cantar “si quieres bailar
morenada tienes que tener platita”
Los
recintos universitarios tenían bailes, bailes de tarca, la chuspa de símbolo, los
“rones”, los “wisquis” no eran chicha pero allí se gestaba la nueva emergencia
en los bailes que entraban a los salones. La misma gente que bailaba y cantaba “…todos
los jóvenes/entraremos a la plaza,/echando mistura”, cantaba con la trova
boliviana en los recintos que negaba entrada a cholas. No eran ecuaciones que
jugaban con taba y rayuela era trova del Tavo telonero, trova boliviana. Los
ochenta bullían en fermento de marcha y contramarcha, de canto y canto de todos
los lados.
Las
calles se convertían en centros de batalla sin contrincante en los ensayos de
carnaval cualquiera se arrimaba a esas “pandillas” a esas “comparsas” y bailaba
sin ser parte de carnaval, tan sólo las ganas de ser parte de un momento de
baile. Las matracas no llaman a los
“indios” y los “indios” son invitados por momentos a tocar tarkas y nada más.
Lanzados
del carnaval al otro carnaval, el mismo carnaval de Oruro les ponen trampas,
traspiés, los “tuturutus” son o no son si no hacen venias. Pero nadie ha
trascendido todavía como “En esta comparsa” bailada todavía, cantada todavía al
son de tarkas o la “Aromeñita”, nadie ha hecho la canción de baile y danza, la
sonata, la sinfonía de calle, de salón y escenario.
Los
nuevos señoritos se estaban robando el alma de carnaval o simplemente esos
nuevos señoritos eran los mismos herreros, carpinteros y toda la laya de gente
arrimada a la economía de la mina que bailaba como en teatro en los albores de
la ciudad, de pueblo indio en pueblo indio, debiéramos decir de “ranchería en
ranchería” en la Real Villa. Y son, porque no decirlos, los arrimados a la
mina, los que suministran servicios, los artesanos, los escribidores y cuenta números
de oficina, las comerciantes de todo y todos los que giran en derredor de la
mina, los que hacían y hacen el carnaval.
El
viernes la U se lanza a bailar con banda y tarkas, se baila y festeja con agua,
se miran ecuaciones y saltan alegrías, se miran probetas, matraces y vasos y se
cubren de sueños en la challa.
En
miércoles de ceniza el “sapito” la piedra y la escultura, también su cuento del
militar que exorcizando males dinamitaba la piedra y la piedra lo convertía en
tullido sin ciencia que pueda curarlo, escultura y no ciencia que devuelve los pies. O el
domingo de “tentación” en la víbora o el cóndor, donde uno se presta, cual
banco no solo piedras sino sueños, a constancia de devolver después de tres
años, piedra es la moneda que hace casitas de piedra, bienes en sus faldas,
piedra convertida en los sueños angustiosos, en sueños felices.
Baile
venido de los valles paceños, de las provincias del sur y del este orureño,
bailes de tentación. Carnaval no te mueras dicen “tiéntanos los días de la
tentación y guárdanos de la pena de esperarte”
El
carnaval tiene sus demonios bien demonios que no pueden la luz de la virgen
traerlos a bien, estos se precian de ángeles y lanzan el agua como anatema, tal
vez porque los españoles se lanzaban agua en cuanto llegaron a estos lares,
será porque no era alcohol lo que rociaban en la challa los indios bien indios
antes que llegaran los españoles.
Que
esto es tuyo que aquel otro es digno y aquel no, un libro de los 30 y 40 decía
del folklore al igual que los griegos lo que es hoy, no es más mañana, carnaval
de Oruro hoy eres otro carnaval de Oruro.
Pobres
“tuturutus” si hubiese el boleto al tiempo pasado les mostraría como jugaban
los niños, entonces no dirían nada de que las bandas fueran a Perú, que en sus documentales
digan “bailar con la Pagador es ser
gente”.
Pobres
los hacedores de ropa si hubiera todavía los rotosos trajes que aún revolcados
en tierra por los niños, brillan y le son negadas las aulas por los acartonados
que no saben de estrellas de cielo ni de “kurmi”, ni de aquellas hierbas que no
existen más en los cerros. Que no saben de arte y todavía es artesanía para los
“doctos” de la nada. La moda viene de afuera incapaces de dar norte sino
achacana a la vestimenta. Donde aprenderán lo que hoy es “té hornimans” para que no sea desvirtuado, ¿no fue en esa
época el acabose de la tradición del carnaval? Y el carnaval hoy es carnaval.
Desde donde es tradición si no es de ayer o de hace siglos. El río Tagarete te
deja pasar si estas de fiesta o no, que existe canal y no río.
Pobres
de las pocas delicias, de lo ahíto y del hambre, que no hay nada si acaso no
hay pan no importa si te roban los sueños si te condicionan el hambre.
Pobrecitos los pobres lanzados a la periferia de la periferia, pobrecitos de
nosotros los orureños vemos en caja boba carnaval de Oruro en Santa Cruz.
Pobre
carnaval en encrucijada te mueres o vives, con cartones de acartonados doctos,
con cartones, cartones, que será mañana sin sueños sin juegos, sin cuentos, sin
nada nuevo un cementerio andante sin penas ni alegrías. Pobre carnaval viéndote
en geografías ajenas a través de cajas bobas.
Mira
la encrucijada, véngate carnaval, véngate de las prohibiciones que te dicen
como debes ser, cuando en otras partes quieren ser cómo tú.
Véngate
de las ataduras, de los quieren amarrarte y tenerte en un mostrador de cristal,
véngate de los quieren venderte en frasquitos de perfume, cementerios de
flores.
Véngate
de la tradición que tan sólo quieren mirarte como museo, museo cementerio. Ojalá
fuera desde donde te incubaron, quieren desde donde mirando se en espejo
encontraron nada y quisieron ser carnaval.
Véngate
carnaval de los hacedores del carnaval que si no bailan no pasa nada, véngate
de la religión que dice arrodíllate y niega el pan al pobre y lo amarra con
grilletes, la fe está en el corazón allí donde nadie te escucha, te escucha
Dios y su madre convirtiendo el agua en vino.
Véngate
carnaval de los prohibidores, prohibiles no prohibir y da rienda suelta a la
felicidad de unos días…
Véngate
carnaval de los alcoholes, dicen anatema, raudal de dinero en cajas bobas para
mostrar su alcohol, mesa y mantel para alcoholes extranjeros, para los otros el
cielo frío, confinados los alcoholes antiguos, véngate y cóbrales a los
hipócritas.
Véngate
carnaval de las autoridades que prohíben a los bailarines salir en películas y
a los cineastas extranjeros hacer “carnaval made in Oruro”
Véngate
de la desidia y copiones que miran Río o Santa Cruz y no se miran para adentro,
míralos y dales el deber ser.
Véngate
carnaval …
Salta
que te salta en nostalgia, buzo, careta de diablo, botas y espuela, baile.
Carnaval te veo y no me veo. Habrá que reinventar el carnaval, los mitos andan
bailando conmigo, bailar, me amarran, me quieren muerto, tan muerto como ellos.
He visto las plagas, hablado con cuentos, a veces, muchas veces y todas las
veces hablo por el viento, me miro y me miran mis hijos. Nostalgia de careta,
máscara pegada a piel, salto y brinco de “karka” trompo, diablo de carnaval.
Esto
que escribo ya saben allende el mar y es parte de decirle carnaval al tercer
día estarás en el carnaval, aquí en esta Real Villa, en esta ciudad de Oruro.
Nota.-
la línea recta de una caja boba 29 en Oruro ha dado un sabroso entremés torno
al carnaval, preámbulo del tole tole a dilucidarse.
Nota.-
Domy es personaje de “La niña de sus ojos” de Antonio Díaz Villamil escrita en
1948
Nota.-
“La casa solariega” es novela de Armando Chirveches escrita en 1916
Nota.-
R. Paredes es considerado el primer estudioso del folclore, en sus obras se
tiene descripciones del calvario durante la fiesta de la virgen del Carmen cerca
del actual Hospital General, hace referencia de diablos en varias de sus obra
en las primeras décadas del siglo XX.
Oruro,
jueves 21 de abril de 2016
Edgar
Jorge Rodríguez Alánez
CI:
3081317 – Or
Telf. 2 52 41924
[i] Ha
estudiado ingeniería química en la FNI-UTO, trabajos en empresas mineras,
Comsur/Sinchi Wayra; Apogee- Solución, Minco, etc., en el área de medio
ambiente, higiene y seguridad industrial.
Escribes PURA mierda colega dándote de gran escritor exagerados con comparaciones ridículas,lenguaje poco claro e hipérbole innecesaria, mejor ddedicate a la ingeniería no creo que lo hagas peor que escribir pobre inútil, bueno es mi culpa por leer esta mierda que da cáncer de ojos jajaja
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