Por Edgar Jorge Rodríguez Alánez

domingo, 16 de noviembre de 2014

Padre nuestro que estás en Méjico, allí en Ayotzinapa


Padre nuestro que estás en Méjico, allí en Ayotzinapa
Bienaventurado el hombre que no sigue las consignas del partido ni asiste a sus mítines, ni se sienta en la mesa con los gansters, ni con los generales en el consejo de guerra.
Ernesto Cardenal
Padre nuestro que estás en Méjico, en Iguala, en Ayutzinapa, Padre nuestro que no olvidas que existen maestros como Jesús.
Cenizas al suelo enviaron a la flor de la juventud, cenizas cuando aprendían a enseñar la letra subversiva de amor y libertad. Aquí en mi tierra decían de las autoridades, de aquellos que tomaban las armas, que no eran de mucho peligro y hasta eran necesarios. Pero habían de guardarse de aquellos que tenían como arma el trabajo. Guardarse de los que enseñan a leer, de aquellos que ríen  con sus hijos y su mujer, porque el ejemplo cunde, cunde como hierba buena.
Padre nuestro que estás en Méjico, allí en Ayotzinapa. Mira la ceniza de sus cuerpos, mira la palabra cortada en leños que arden como afrenta en el rostro de todo el mundo.
Padre nuestro santifica estos cuerpos, que su ceniza no sea ceniza de fariseo, que no sirva para echarse encima y nos muestre a los que rezan en las sinagogas en los templos, en los cultos,  que nos muestren sus malas intensiones.
Padre nuestro que la ceniza caiga como abono en los niños para que aprendan a leer, para que aprendan tu palabra subversiva de amor y libertad.
Padre nuestro allí en Méjico lloran su partida, allí en Méjico los estudiantes no lloran, guardan su lágrima y su sal para otro tiempo. Allí los estudiantes empiezan a volver a leer y escribir, allí y aquí la letra se parece tanto con los gobernantes que engañan y mienten.
Que el agua del río donde esparcieron sus cuerpos vuelvan como el agua que esculpe las rocas, que sus cenizas vuelvan día a día recordando justicia.
Que los pies de miles y cientos fatiguen el polvo de los caminos día a día para recordarles que las muertes no pueden quedar impunes.
Que la letra en cada espacio de los mundos escritos pidan justicia, que las letras inunden como ríos los ríos que caminan los espacios que miran la gente. Que su ceniza se vuelva letra e imágenes que recuerden a cada segundo que tú exiges justicia aquí en la tierra.
Padre nuestro que está en Méjico que estas en Ayotzinapa, tenlos a tu amparo, tenlos aún si no creen en tu presencia, porque no son fariseos, Padre ellos los muertos en Guerrero tienen sus madres y sus hermanos, su ofrenda ha sido la vida, lo único que tenían.
Dios de todo el universo, a ti te pedimos así como el pan, la letra diaria que enaltece su nombre,  a ti te pedimos que los asesinos puedan leer tu nombre y escribir justicia, a ti te pedimos que los jueces, policías y gobernantes puedan leer y escribir justicia, porque sabemos que los camellos pueden pasar por el ojo de una aguja.
Dios líbranos de la bomba y los fusiles, líbranos de la tentación de venganza, que está escrito que es tuya la venganza, líbranos de la tentación del fuego y el azufre, guardamos tu nombre para el día de tu ira, cuando las trompetas caigan con la muralla de sus casa y sus ciudades.
Dios mío acudimos a ti porque tú no estás sentado en la mesa donde se confabulan en contra de la gente, de los que piden tu pan cada día, porque no estás con los que se enriquecen diciendo pobreza, de aquellos que pregonan pobreza y en sus palacios tienen su oro y plata, monedas de plata  para vender al desvalido.
Acudimos a ti Padre esperando el milagro de la vida, esperando que la palabra justicia sea escrita por aquellos que no están en las cenizas. Sea pues. Amén.
Bolivia, Oruro, noviembre de 2014

Edgar Jorge Rodríguez Alánez
CI. 3081317-Or
Cel 67128880

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