Padre nuestro que estás en Méjico, allí en Ayotzinapa
Bienaventurado
el hombre que no sigue las consignas del partido ni asiste a sus mítines, ni se
sienta en la mesa con los gansters, ni con los generales en el consejo de
guerra.
Ernesto Cardenal
Padre nuestro que estás en Méjico,
en Iguala, en Ayutzinapa, Padre nuestro que no olvidas que existen maestros
como Jesús.
Cenizas al suelo enviaron a la
flor de la juventud, cenizas cuando aprendían a enseñar la letra subversiva de
amor y libertad. Aquí en mi tierra decían de las autoridades, de aquellos que
tomaban las armas, que no eran de mucho peligro y hasta eran necesarios. Pero
habían de guardarse de aquellos que tenían como arma el trabajo. Guardarse de
los que enseñan a leer, de aquellos que ríen con sus hijos y su mujer, porque el ejemplo
cunde, cunde como hierba buena.
Padre nuestro que estás en Méjico,
allí en Ayotzinapa. Mira la ceniza de sus cuerpos, mira la palabra cortada en
leños que arden como afrenta en el rostro de todo el mundo.
Padre nuestro santifica estos
cuerpos, que su ceniza no sea ceniza de fariseo, que no sirva para echarse
encima y nos muestre a los que rezan en las sinagogas en los templos, en los
cultos, que nos muestren sus malas
intensiones.
Padre nuestro que la ceniza caiga
como abono en los niños para que aprendan a leer, para que aprendan tu palabra
subversiva de amor y libertad.
Padre nuestro allí en Méjico
lloran su partida, allí en Méjico los estudiantes no lloran, guardan su lágrima
y su sal para otro tiempo. Allí los estudiantes empiezan a volver a leer y
escribir, allí y aquí la letra se parece tanto con los gobernantes que engañan
y mienten.
Que el agua del río donde
esparcieron sus cuerpos vuelvan como el agua que esculpe las rocas, que sus
cenizas vuelvan día a día recordando justicia.
Que los pies de miles y cientos
fatiguen el polvo de los caminos día a día para recordarles que las muertes no
pueden quedar impunes.
Que la letra en cada espacio de
los mundos escritos pidan justicia, que las letras inunden como ríos los ríos
que caminan los espacios que miran la gente. Que su ceniza se vuelva letra e
imágenes que recuerden a cada segundo que tú exiges justicia aquí en la tierra.
Padre nuestro que está en Méjico
que estas en Ayotzinapa, tenlos a tu amparo, tenlos aún si no creen en tu
presencia, porque no son fariseos, Padre ellos los muertos en Guerrero tienen
sus madres y sus hermanos, su ofrenda ha sido la vida, lo único que tenían.
Dios de todo el universo, a ti te
pedimos así como el pan, la letra diaria que enaltece su nombre, a ti te pedimos que los asesinos puedan leer
tu nombre y escribir justicia, a ti te pedimos que los jueces, policías y
gobernantes puedan leer y escribir justicia, porque sabemos que los camellos
pueden pasar por el ojo de una aguja.
Dios líbranos de la bomba y los
fusiles, líbranos de la tentación de venganza, que está escrito que es tuya la
venganza, líbranos de la tentación del fuego y el azufre, guardamos tu nombre
para el día de tu ira, cuando las trompetas caigan con la muralla de sus casa y
sus ciudades.
Dios mío acudimos a ti porque tú
no estás sentado en la mesa donde se confabulan en contra de la gente, de los
que piden tu pan cada día, porque no estás con los que se enriquecen diciendo
pobreza, de aquellos que pregonan pobreza y en sus palacios tienen su oro y plata,
monedas de plata para vender al
desvalido.
Acudimos a ti Padre esperando el
milagro de la vida, esperando que la palabra justicia sea escrita por aquellos
que no están en las cenizas. Sea pues. Amén.
Bolivia, Oruro,
noviembre de 2014
Edgar Jorge Rodríguez Alánez
CI. 3081317-Or
Cel 67128880
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