De Méjico a
Bolivia apenas hay un clic
Por Edgar Jorge
Rodríguez Alánez
El tumulto gritaba y sus gritos retumbaban en el “estadium”
como un turbión de agua que amenazaba con llevarse todo, los gritos tamborileaban
en nuestros oídos y los cascos verdes que nos cubrían parecían campanas que
retumbaban con las amenazas. Las únicas armas antimotines eran escopetas de
balines de goma, las apretábamos como si ellas callarían los gritos, los unos
con armas de guerra se aseguraban en un soliloquio mudo de que esas armas no
fallarían. Los hinchas del San José gritaban y pugnaban por entrar por un
resquicio de la curva sur, las piedras llovían, algunas llegaban e impactaban
para llevarse en silencio una puteada y el dolor que producían. En silencio,
inmutables, muralla: la Policía Militar, la Sección “Condor” del RA1 esperaba
que se desencadene la tormenta.
Hacia el norte un grupo de la Policía Nacional estaba
en peores condiciones, algunos policías con cascos, otros apenas con bastones,
alguno que otro con armas lanza gases, el tumulto había tomado ya la
puerta y en oleadas ingresaban al campo
lanzando piedras, las oleadas parecían impulsadas y controladas por algún reloj misterioso. De
minuto en minuto las oleadas tomaron parte del campo norte hasta convertirse en
una masa informe pronto a desparramarse como alud incontrolable.
Un ruido sordo estalla en nuestros oídos, el olor de
azufre se confunde con polvo, humo y gas, las piedras parecen no llegar y el
tumulto retrocede una descarga más y vemos huir a la gente por el mismo
resquicio por donde entraron.
Al norte la multitud y los policías entrechocan entre
sí y el gas confunde cuerpos, parecen dos manos tratando uno a la otra vencerse,
los gritos gritan un ruido que carcome los tímpanos. Después de mucho el
silencio, apenas los ruidos de ojos que se miran como justificándose lo
ocurrido minutos atrás. Quizá el olvido se ha llevado lo peor de lo vivido.
Los recuerdos de ese hecho ocurrido hace más de tres
décadas hoy se confunden con las imágenes que trae la caja boba desde otros
países y lo que ocurre en otros departamentos y esporádicamente en el nuestro.
Las calles de las ciudades de Méjico presentan a
policías montados en carros con ametralladoras, ametralladoras manipuladas por soldados armados hasta los
dientes. Por las veredas mujeres con niños y bolsas de hacer compras mirando
como si tal cosa fuera apenas lo de siempre, lo cotidiano, lo inevitable, la
mirada de los soldados desde esos carros otean carros que llevan a cualquier
ciudad, los edificios árboles impasibles y un sol que parecen luces de una
parafernalia venida para el infierno. Las imágenes parecen las mismas en una y
otra ciudad de Méjico, la caja boba las muestra sin pudor.
Allí en los USA cosa parecida, los policías armados
confunden las películas del antiguo oeste donde el “cherif” con estrella en el
pecho cananas y pistolas al cinto, manos en un rifle que puede matar hasta
elefantes, desmontan de los carros policiales en ciudades con el miedo a
cuestas.
Aquí cerquita
en este país Bolivia, ya estamos viendo en algunas ciudades imitar esas poses y
parece un recuerdo los policías tolete en mano puedan controlar las turbas a
diferencia nuestra policías militares haciendo uso de nuestras armas. La
diferencia entre ellos los policías y nosotros los policías militares era eso:
lo militar.
Hace no muy poco ante los hechos criminales presentados
en Bolivia, los gobernantes, del presidente a los ministros, amenazan a la
población con sangre y fuego a los criminales, terapia de miedo a la población,
entre los pliegues del gran teatro apenas si han hecho algo en contra de los
criminales, quizá hasta coludidos con ellos despliegan con más y más frecuencia
hechos inadmisibles en otros tiempos.
En tanto en los otros países, los gobernantes parecen
querer controlar con más o menos ojos, ojos metidos hasta en los uniformes como
son las cámaras de video para cada policía. Parecen en sus discursos y sus
hechos haber descubierto que la militarización de sociedad civil puede generar
guerras en los callejones pero también revueltas que pueden tornarse
incontrolables. Ferguson habla en los mítines.
En Méjico se han descubierto más y más muertos,
muertos sin nombres, sin cuerpos,
muertos que son recuerdos de alguna familia destrozada y un hilo más para las
mordazas de la gente. Y allí en Iguala, en Ayotzinapa, todavía son un número
que no se puede contar los 43 estudiantes.
De allí, de
Méjico o USA a Bolivia apenas un clic de una computadora y sus tramas de miles
de hilos conectados al mundo, el clik de la caja boba nos dice noticias,
noticias que como dice el refrán, llevan agua para su molino. Un segundo de una sociedad de guerra y miedo,
otro desde estos lares para decir Justicia en Méjico en Ferguson, y aquí en Bolivia.
Nota.: los
recuerdos de aquel día que debía ser fiesta entre San José y Strongest, tienen la
rabia contenida en la sociedad, esta había hecho saltar en pedazos cualquier
válvula de contención incluso el futbol.
Bolivia,
Oruro, diciembre 6 de 2014
Edgar Jorge Rodríguez Alánez
CI: 3081317 –Or
Cel 67128880
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