Protocolos
de mi mamá: “pan y maniobra de barriga”
Por Edgar Jorge Rodríguez
Alánez
Las indolencia en los
tiempos del COVID 19 tiene su cara de hereje, esas caras se conmueven ante la
dolencia de un perro deambulando en la calle pero es indolente ante una niña
que requiere atención médica, esas caras lloran y constriñen sus caras juntando
sus manos con rezos a Dios, pero sus manos sólo se abren a don poderoso Don
Dinero, sus caras se constriñen para negar atención médica a una niña, ella,
estos momentos se debate entre la vida y la muerte.
La noticia aligera la
memoria y recuerdo los protocolos de mamá, a los mayores cuando una pepita de
papaya se nos atoraba, cuando el tostado de maíz mal masticado y su colita se
atoraba, cuando ya niños entre 10 y 12 años, acudía a un pedazo de pan con miga
y obligaba a comernos el pan entero sin agua o líquido, si el problema
persistía, era inmediato acudir al médico.
En los almuerzos alguna
vez las carnes duras se nos atragantaba seamos mayores o menores, primero mi padre
y luego mi madre acudían a las “compresiones de barriga”, ella ponía el puño de
una mano con el pulgar algo extendido en la boca del estómago y realizaba compresiones
pausadas, expulsábamos el bolo y nos quedaba el sabor amargo. A mi madre le
había visto por primera realizar esa acción, maniobra, al haberla usado con mis
hermanas pequeñas cuando aprendían a comer. Después mi padre la utilizó conmigo
de niño.
En los cursos de
primeros auxilios, la maniobra de la compresión de barriga, se llamaba la “maniobra
de Heimlich”, cuyo protocolo consiste en “rodear con sus manos la cintura de la
persona. Coloque un puño apretado arriba del ombligo y debajo de la caja
torácica. Sujete su puño con la otra mano. Tire del puño apretado con un
movimiento seco y directo hacia atrás y hacia arriba bajo la caja torácica de
seis a 10 veces rápidamente. Use menos fuerza en un niño que lo que usaría en
un adulto” Todos los protocolos terminan si no da resultado inmediatamente
llame a una ambulancia y pida ayuda médica.
Años después la
maniobra la he utilizado con mi hijo, la desesperación aún en casos de vida o
muerte nunca la he sentido como la he sentido ese día. La desesperación es mala
consejera, hicimos todo lo posible y acudimos en tropel con mi esposa al médico,
en el camino expulsó lo que tenía atragantado en la garganta. En emergencias,
llena nos mandan a la pediatría, allí dejan de atender a todos, atienden a mi
niño. El, había vuelto a tener la misma inquietud y a la actividad curiosa del
ambiente que nos rodea. Ellos aplican sus protocolos pero ya tranquilos.
Así pues, vuelvo a
decir que la estrategia de “guerra popular y prolongada” es para estos tiempos.
Popular porque las madres y los padres deben tener, protocolos sencillos como
mi madre.
Acostumbrado a crisis
con adultos, no me había preparado para mis hijos, está más allá de comprender:
calma … Pero es tu hijo… popular por eso y popular porque también los médicos y
las enfermeras debieran aprovechar este ingrato hecho de una niña debatiéndose entre
la vida y la muerte, para enseñar de la manera más sencilla la maniobra de
Heimlich y la ingesta de pan con miga.
La calma se adquiere
con el “orden cerrado” una y otra vez, una y otra vez hasta ser instintivo. Esa
es la guerra popular, los médicos realizando la enseñanza en las esquinas,
ahora en los tiempos de COVID 19, cuando las calles pueden ser tomadas por el
pueblo y los mandiles blancos pueden revertir la actitud terrible, espantosa
del miedo y la angurria de los hospitales.
La guerra es prolongada
y este COVID 19, despeja el camino a personas indolentes, a Dios rogando y con
el mazo dando. Es prolongada y volver a reconocernos allí en la calle, el
camino … no hay campos de marte, la guerra está en las fábricas, en los
talleres, en los hogares …
Cambien la estrategia o
los cambian a fuerza el pueblo… pero también aquellos a los expulsamos ayer…
Oruro,
10 de julio de 2020
Edgar
Jorge Rodríguez Alánez
CI:
3081317- Oruro
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