Consérvanos la imprudencia de la
juventud
Por Edgar Jorge Rodríguez Alánez
Consérvanos la imprudencia de la juventud
La bendita imprudencia que es capaz de jugarse la vida por un ideal;
Capaz de ilusión y de amor.
Que nunca tu iglesia sea iglesia del silencio
Luis Espinal Camps
Las
radios dicen que Espinal ha muerto, pero Espinal es un cura alejado de mi vida,
del colegio de la iglesia que quiero adivinar. Meses después, los tanques en
las calles, las ambulancias en la esquina del colegio y los panfletos me hablan
de Espinal, de sus oraciones y su imprudencia, de su muerte de mártir, allí en
la calle, en el reparto de panfletos en mitad de la noche conozco a Espinal, no
es el cura de la iglesia, no es el cura de los domingos o el que oficia en
actos oficiales es un cura clandestino y para saber de él hay que leer
panfletos prohibidos, se debe ser tan imprudente como él.
Los
miguelitos y los tanques apenas son nuestra lucha, cualquier panfleto es bueno
para repartir, sólo importa la denuncia y si es clandestino como al cura que
conocimos en las calles es mejor. Con la llegada de la dictadura me llegan
lecturas traídas por mi padre y con estas lecturas de otros curas como Camilo
Torres. Para esa época la iglesia es la iglesia de algún domingo o el canto de
los sábados en el santuario.
Corren
corrillos que abajo en la parroquia del Rosario existen curas que son
revolucionarios, que por allí andan también los tiras y que los panfletos son
diarios. Quien sabe que así es. Un año después conozco la obra del Instituto de
Aprendizaje Industrial a través del Rochetó, conozco la parroquia y me
presentan a algunos curas jesuitas, de entre ellos recuerdo a Suñol, de allí en adelante una que otra visita más
nada. De esas visitas me queda la impresión de los curas correteando tras
algunos materiales, hablando de herramientas y siempre en los talleres, tan ajenos a la discusión, tan cercanos a la vida. Años después las amistades de colegio vuelven
a mostrarnos otra faceta de los jesuitas, esta vez en Cochabamba en compañía
del Terro Fernandez y el Rochetó , conocemos la vida de discusión, ciencia y
disciplina de los curas jesuitas, la
disciplina me recordaba a la vida de cuartel.
Conocía la misa de santuario, conocía la misa de parroquia y los
misachicos, esas misas y la iglesia estaban lejanos a pesar de mi presencia, la
iglesia me parecía lejana y vacía, pero allí en ese santuario, con jesuitas al
pulpito, conocí la iglesia cercana y la oración, allí en esas mañanas estaba la
palabra encendida del evangelio, allí estaba la imprudencia del cura que conocí
en los panfletos, allí el Cristo con el báculo y la mochila, envuelto en el
polvo del camino, allí una ligera esperanza. Allí misaban los jesuitas y allí
asistíamos los incrédulos de la iglesia para caminar el camino de los signos y
de la justicia. La esperanza perdida en las iglesias, esa esperanza que lanza a
miles a vagar en busca del evangelio, por ese entonces me devolvió la mirada en
el futuro.
Los
jesuitas parecen venidos a trastocar caminos y en ese andar también conocí a
jóvenes que hacían comunidades para preparase para andar un camino que nunca
llegó. Allí en algún libro conocí también la expulsión o la renuncia del cura jesuita Puente. Los caminos me han
puesto a tratar de vivir la palabra extrema con el nombre de Espinal, un
taller, una comunidad eclesial, pero de
ese emprendimiento sólo quedo la vocación de Boorquez, a quién años después
visite cuando se hacía cura jesuita y en la celda que ocupaba estaba el apuro
de la ciencia, Grover ahora esta metido en algún laboratorio, la Zule viendo
que hacer y de los que el recuerdo me traiciona, mil disculpas.
Los
jesuitas sin tener una convivencia o amistad, han tenido la influencia en la
vida de muchos. Lo hacen desde los extremos de la derecha de un artículo,
muchas veces en la ingenua creencia o en el valor de la esperanza en otro
artículo.
Quedan
esos hilos y hoy con un Papa jesuita, quisiéramos que la iglesia sea una
iglesia que no calle y que tenga la imprudencia de los jóvenes.
PD. Caminando en
alguna cárcel se encuentra una monja: Carolina. No quiero rezar, sólo saber que
en busca de presos andará todavía en Oruro.
PD. En alguna
calle, algún imprudente, escribirá
recordando a Espinal.
Oruro, 20 de marzo de 2013
Edgar Jorge Rodríguez Alánez
3081317 – Or
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