Tinku en Cala Cala
Casi en silencio, pero en una
esmerada disciplina, bajan y suben de
los camiones, el sol declina, desde donde están los recién llegados
miran el templo pero no acuden a Ella. Ellos alistan sus ropas, ríen, se miran
y miran a las mozas, con el rabillo del ojo, ellas miran a quienes las miran,
sin corresponder. Los zapatos son de minería pero no son mineros. Los calzones
blancos o negros relucen, pero son los menos, ahora los calzones son jeans, las
chaquetas bordadas, coloridas en bayeta de tierra o en imitación. Ellas tienen
los vestidos negros bordados de flores, bordados de sueños, algunas han
cambiado a polleras, tienen los cabellos relucientes, las chapitas de sus caras
parecen coloretes de muñecas, sus carnes duras se insinúan a pesar de sus
ropas, llevan banderas blancas. El sol todavía parpadea, liban y comen en Oruro,
casi en el atrio del Socavón se encuentran los venidos del sur: los Cacachacas
Es septiembre, el cielo suele
estar limpio a veces, pero otras veces se recuerda la nieve que cubre el campo,
que cubre a los caminantes que parten desde Oruro a Cala Cala. Allí hay un
templo, en ese templo el Señor de Cala Cala, los maderos de la cruz recuerdan
la sangre que todavía fluye.
Allí van las gentes que ahora han
empezado a tocar aires marciales, los Jula Julas, vuelven como todos los años a
tomar Cala Cala. Van en grupos, mujeres jóvenes con banderas blancas parecen
ahuyentar a los que se oponen. Atrás resuenan los tubos en una cadencia de
marcha, y los grupos van imponentes bajando en pos de Sepulturas primero, después
Cala Cala.
Llegan a Cala Cala y parecen que la noche no ha sido nada, van y
vienen. En camiones otros grupos también han llegado. Parecen sobrios, a pesar de
la chicha, suenan todavía los aires marciales, ahora marchan en círculos, pareciera que el mundo se resume a ese pedazo
de pueblo, y en los cuatro costados del viento van y vienen en círculos varios
grupos, que avanzan ahora en pos batalla ahora en afán de tregua o retirada. De
pronto el silencio de la música preside a la batalla, zapatean y gritan, se
levantan, baten los brazos y sus cuerpos se visten de cinturones tachonados de
hierro, de chinches que relumbran, con monteras las cabezas, las manos se
esconden en “ñucus”, que son manoplas de cuero crudo. Las mujeres miran y baten
sus banderas como varas de castigo, alistan piedras y se adelantan un poco como
queriendo que las brumas del combate no se inicien. Corre el viento frío, y
alienta con su calor el sol.
De pronto se oyen ayes y corajazos,
gritos de ánimo, los ñucos se levantan y rompen huesos, caen monteras, batalla campal envuelve a los hombres, corre
la sangre, corre desde las heridas al suelo duro, se lanzan piedras, pero el
combate no cesa, no miden las consecuencias, no miden si sus carnes sangran, no
miden sus huesos roídos de dolores, no miden nada mientras dura la batalla.
Gritos y ayes, maldiciones, juramentos de venganza y revancha, vítores de
júbilo, vítores de los que han vencido. Se ven desafiantes con el torso desnudo
algunos, otros en brazos de gente que los retiene, piden revancha, la sangre no
cesa, la muerte acecha, la pelea parece terminar, se ven todavía escaramuzas,
los valientes son agasajados y esta vez las mujeres les miran como queriendo
que las heridas les sanen y sean ellas el bálsamo.
El griterío informe se vuelven
voces de calma, cuchicheos de vergüenza, cuchicheos de admiración. En las
calles han dejado sus voces los tubos de los jula julas, rotas sus voces no les
escuchan. Envuelto en polvo se aleja la muerte.
En una lacaya, en un canchón están
los combatientes con las heridas abiertas y sedientos de calma beben para no
llorar. Otros olvidan sus heridas y cuentan la batalla una y otra vez. Seda el
alcohol para no entender nada, para no saber nada, para no saber que la fiesta
ha terminado. Abajo del pueblo está el templo, hasta allí llegaron las voces y
la sangre, hasta allí llegaran con sus
llagas los guerreros y llegaran los caminantes.
Los brazos de la cruz parecen
confortar para las nuevas batallas.
Edgar Jorge Rodríguez Alánez
No hay comentarios:
Publicar un comentario