Por Edgar Jorge Rodríguez Alánez

lunes, 3 de septiembre de 2012


Tinku en Cala Cala

Casi en silencio, pero en una esmerada disciplina, bajan y suben de  los camiones, el sol declina, desde donde están los recién llegados miran el templo pero no acuden a Ella. Ellos alistan sus ropas, ríen, se miran y miran a las mozas, con el rabillo del ojo, ellas miran a quienes las miran, sin corresponder. Los zapatos son de minería pero no son mineros. Los calzones blancos o negros relucen, pero son los menos, ahora los calzones son jeans, las chaquetas bordadas, coloridas en bayeta de tierra o en imitación. Ellas tienen los vestidos negros bordados de flores, bordados de sueños, algunas han cambiado a polleras, tienen los cabellos relucientes, las chapitas de sus caras parecen coloretes de muñecas, sus carnes duras se insinúan a pesar de sus ropas, llevan banderas blancas. El sol todavía parpadea, liban y comen en Oruro, casi en el atrio del Socavón se encuentran los venidos del sur: los Cacachacas

Es septiembre, el cielo suele estar limpio a veces, pero otras veces se recuerda la nieve que cubre el campo, que cubre a los caminantes que parten desde Oruro a Cala Cala. Allí hay un templo, en ese templo el Señor de Cala Cala, los maderos de la cruz recuerdan la sangre que todavía fluye.

Allí van las gentes que ahora han empezado a tocar aires marciales, los Jula Julas, vuelven como todos los años a tomar Cala Cala. Van en grupos, mujeres jóvenes con banderas blancas parecen ahuyentar a los que se oponen. Atrás resuenan los tubos en una cadencia de marcha, y los grupos van imponentes bajando en pos de Sepulturas primero, después Cala Cala.

Llegan a Cala Cala y  parecen que la noche no ha sido nada, van y vienen. En camiones otros grupos también han llegado. Parecen sobrios, a pesar de la chicha, suenan todavía los aires marciales, ahora marchan en círculos,  pareciera que el mundo se resume a ese pedazo de pueblo, y en los cuatro costados del viento van y vienen en círculos varios grupos, que avanzan ahora en pos batalla ahora en afán de tregua o retirada. De pronto el silencio de la música preside a la batalla, zapatean y gritan, se levantan, baten los brazos y sus cuerpos se visten de cinturones tachonados de hierro, de chinches que relumbran, con monteras las cabezas, las manos se esconden en “ñucus”, que son manoplas de cuero crudo. Las mujeres miran y baten sus banderas como varas de castigo, alistan piedras y se adelantan un poco como queriendo que las brumas del combate no se inicien. Corre el viento frío, y alienta con su calor el sol.

De pronto se oyen ayes y corajazos, gritos de ánimo, los ñucos se levantan y rompen huesos, caen monteras,  batalla campal envuelve a los hombres, corre la sangre, corre desde las heridas al suelo duro, se lanzan piedras, pero el combate no cesa, no miden las consecuencias, no miden si sus carnes sangran, no miden sus huesos roídos de dolores, no miden nada mientras dura la batalla. Gritos y ayes, maldiciones, juramentos de venganza y revancha, vítores de júbilo, vítores de los que han vencido. Se ven desafiantes con el torso desnudo algunos, otros en brazos de gente que los retiene, piden revancha, la sangre no cesa, la muerte acecha, la pelea parece terminar, se ven todavía escaramuzas, los valientes son agasajados y esta vez las mujeres les miran como queriendo que las heridas les sanen y sean ellas el bálsamo.

El griterío informe se vuelven voces de calma, cuchicheos de vergüenza, cuchicheos de admiración. En las calles han dejado sus voces los tubos de los jula julas, rotas sus voces no les escuchan. Envuelto en polvo se aleja la muerte.

En una lacaya, en un canchón están los combatientes con las heridas abiertas y sedientos de calma beben para no llorar. Otros olvidan sus heridas y cuentan la batalla una y otra vez. Seda el alcohol para no entender nada, para no saber nada, para no saber que la fiesta ha terminado. Abajo del pueblo está el templo, hasta allí llegaron las voces y la sangre, hasta allí llegaran con  sus llagas los guerreros y llegaran los caminantes.
Los brazos de la cruz parecen confortar para las nuevas batallas.

La Paz, 31 de agosto de 2012


Edgar Jorge Rodríguez Alánez

 Publicado en la Patria de Oruro:  http://lapatriaenlinea.com/?t=tinku-en-cala-cala&nota=118003

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