Por Edgar Jorge Rodríguez Alánez

lunes, 15 de agosto de 2011

Fiesta en el barrio, fiesta en Villa Victoria



Un arco iris se levanta, puertas abiertas, riela entre los techos y mancha con sus colores el negro gris del cielo. Cambian entonces el negro al multicolor del estruendo de las bandas de música, sus sones, ora una cullahuada, más después una morenada, o corren saltando el pentagrama las botas de caporal, isócromos en su melodía, tambores negros y sus rasca rasca, sales afilados las lanzas de cuernos que punzan la tarde con sus brincos, es la música que inunda y saca de la callada tarde los ojos que escudriñan delante de puertas y ventanas. Remolino de vientos, remolino de música ya el barrio se ha inundado de alegría, de canto y de baile.
Brillan los ojos de las bailarinas, brillan y brillan encuadre de sus bellos rostros y brillan al igual o mejor que las joyas de sus adornos. Golpean al son, los ojos que las gentes que las miran. Vuelven su rostro aquí y aculla, coqueta mirada que golpea. Se alzan sobre sus piernas torneadas el cuerpo que mueve la cintura de este a oeste, y sus polleras alzan vuelos dejando ver sus columnas de muslos sedientos de agua, prendidos de fuego. El pecho de sus cerros pugnan por salir del apretado traje que contiene como en cárcel la suculenta fruta que imagina manjares y alimento de nueva vida, más arriba el cuello y los hombros desde donde salta el aire en la cadencia de la música. Sus brazos rematados de manos, se mueven como aves de vuelo en piruetas y al punto ya pasan por entre las miradas embobadas de las gentes que las miran como exhalación del bullicio de música, ayes y suspiros. Toman como amazonas las calles y las plazas del barrio que entre son y son del pentagrama escrito en el aire, se han rendido, y cual puertas de triunfo los aplausos les hacen coro. Quisieran, los hombres, que el tropel de bailarinas que  contonean a lo lejos no pasen, y a la par del enfado de sus mujeres, también la mía, se vayan en una mirada. Estos cuadros calle  por calle se ponen magnificas en pinturas eternas en el resplandor de la fiesta, en el resplandor del recuerdo. Son fuerza los hombres que retumban en su paso de cascabeles corrompiendo la tristeza: el látigo de los caporales.
Siguen y siguen, las polleras al viento como fuegos engarzados al negro piso de los ríos de las calles, una y otra vuelta,  girasoles que vuelan al compás pesado de las morenadas. Más allá negras caras pintadas donde sólo relumbran los ojos, tocan y tocan tambores que acompañan las voces en quejidos melodiosos por la mujer amada, por la traición en la encrucijada de alguna alcoba.
Saltan al viento y parecen bengalas de colores, las plumas de sus trajes, saltan y vuelan los suspiros del bosque con los tobas. Los ayes de la faena agrícola se ven, siembras imaginarias que rayan los caminos llenos de cemento, sin fruto, sin nada, añorando el campo, minúsculos los sombreros, grandes los corazones, las miradas de coquetería, de hombre a mujer y viceversa, la sonrisa en prenda, la ilusión enamorada.
De sus vestimentas saltan con sus saltos: dragones, víboras, y monstruos infernales, prenden fuegos al aire, relumbran en quietud y vuelven como alboradas de la noche más lóbrega. Las virtudes de ayer solemnes, tienen alas y sonríen y brincan, las caretas tienen los ojos saltones y parece su sonrisa engullirse las penas y vomitar alegrías que salen de las puntas de los cuernos, es la diablada que hace presencia.
Cantan y cantan, con la danza, o en frente de las puertas o sobre las ventanas, que acompañan. Al frente de los tropeles estandartes que acompañan la figura de la virgen que llevan mujeres embozadas en mantas, sin letanías ni rezos o rezos que son bailes y bailes que ya son angustias convertidas en alegrías y  se agigantan las plegarias del peregrino. Es la fiesta del barrio, es la fiesta de la Virgen de la Asunción.
Fiesta en la villa, victoria en la villa, Villa Victoria se engalana, la alegría ha tomado lo que las balas y los tanques nunca tomaron. Fiesta en el barrio, fiesta en Villa Victoria, y victoria en los corazones que saltan de la amargura cotidiana de los días, a la fruición de la fiesta, de la alegría.  
Agosto 12 de agosto de 2011
Nota.- Al término de la nota otras fiestas en La Paz y en Bolivia parece dar paso a la alegría, en estos días de viento, frío y hojarasca.

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