No acabo de leer los artículos del libro escrito por Carlos Medinaceli, Chaupi
p’unchayipi tutayarka, pero siento la necesidad de compartir impresiones de lo
leído. Esta colección de escritos, parecen sentencias que hubiesen sido escritos
ahora, como si fuera un fresco libro salido de la editorial de los amigos del libro,
publicado en 1978 y escrito hace casi ya un siglo.
Chaupi p’unchayipi tutayarka, denota “el miedo de continuar analizando” una
generación que ha fracasado, “la vida nacional, donde casi todas las cosas
quedan a medio hacerse y el destino de los hombres no llegan a realizarse
plenamente, jamás”.
También el miedo viene cuando analizamos la generación nuestra, aquella que no
llegó a nada y quedo vapuleada por sus propias veleidades o simplemente porque
no comprendimos a tiempo lo que debíamos realizar o no tener el conocimiento
del instrumental que poseíamos.
De la generación mía, aquella que libró en el colegio y la universidad, se quebró
en la rutina o le quebraron en la copia, ni siquiera en conseguir adecuar a las
condiciones locales el avance incontenible de la ciencia. Mucho de lo hecho
en forma esporádica, en forma de chacota, sin la disciplina científica, hoy día
se nos viene en novedades de primer mundo, la primera generación de las
computadoras, no llegó siquiera a un virus que pueda llegar a páginas de la
historia.
sociales y científicos sin meter la mano para llegar a conducir lo equivocado
de esos años, con la autoridad científica, pero también con la autoridad de una
generación que debía realizar los mayores empeños de una nueva Bolivia.
No he conocido mayores logros de los compañeros de la U, hasta ahora una
generación que se acabó en mitad del día. También es la generación que al no
reconocer la “chatura cominera de esta vida de pueblo oxidado de prejuicios
donde todo lo superior se desprecia, y todo lo grande se achica”
Si es cierto, que los notables de sociedad de Sucre que analiza Don Carlos
Medinaceli, puede muy bien homologarse a cada una de las generaciones de lo
que hoy es Bolivia, “la bancarrota de la vida boliviana reflejándose en sus mejores
Nos convertimos en simples coadyuvantes de los avatares históricos
hijos”.
Como dados lanzados al verde tapete, en un juego de dados marcados, así nos
lanzamos sin reconocernos que la unidad de la generación en busca de una
Bolivia. Pero los dados marcados se descubrieron. Lo doloroso de la soledad
después de la U, no es sólo atribuible a la vida personal de cada uno de nosotros,
es también, como dice el autor de Chaupi p’unchayipi tutayarkano, reconocer esa
chatura y levantarse por encima de ella, llevar a esa chatura a ver en el horizonte
el destino de un suelo prometido: Bolivia.
En el sentido de líneas arriba otro de los artículos del libro revela la crítica
ardiente, punzante, honesta de la situación boliviana en “Lagrimas indias, por
Alfredo Guillen Pinto”. Inquisidor del futuro preguntaba y sentenciaba: “ ¿por qué
íbamos a preocuparnos de remediar la miseria de la raza vencida, si ello sería
nuestra muerte?”, “preparamos nuestra derrota: ¿ a quién explotamos ya y de
quién vivimos?”, “…y somos en el fondo unos canallas que no creemos en nada
y ni tenemos patria, porque carecemos de sentimiento nacional y somos una raza
híbrida, dislocada, sin personalidad”, “Los bolivianos, en relación al indio, estamos
haciendo el papel del tutor pobre y vicioso que vive a costa del pupilo rico, que
no se ha dado cuenta de su fortuna” “A trabajar se dijo”. La crítica de la novela
no repara sólo en lo encomiable de la defensa de la justicia, cae implacable en
el estilo y la personalidad de la escritura, reclamando un estilo, un rumbo, una
literatura nacional. Allí en la crítica, lo hace con la condescendencia del maestro
que muestra los errores y vislumbra en lontananza el curso.
En otro artículo, “El sentimiento de la nostalgia y el alma ananké de la fugacidad
en el alma keswa” no deja lugar a comentarios cuando analiza versos de Oscar
Alfaro “ …estamos en nuestra tierra. Por eso pisamos fuerte.”
Si pisamos suelo boliviano, sin olvidarnos que existe Grecia, Egipto, etc. tan
antiguas y presentes en nuestro cotidiano, existe también las actuales como la
vista a New York o Miami hoy, ayer Paris, si pisamos el suelo boliviano entonces
podemos reclamar una personalidad, un estilo, una literatura nuestra. Y allí en
la crítica se debe ser implacable en el estilo, en la narración, en la gramática,
así como se debe apuntalar su valentía de decir lo que se sabe, lo que se cubre
debajo de una alfombra, donde tarde o temprano se acumulará la basura para
hacernos imposible la vida, para dejar lo importante sumiéndonos en lo urgente.
Leer la integridad del libro o en partes, sus artículos descubren al escritor que va
desde el ensayo, a la literatura, a la crítica y a la rigurosidad histórica. Seguir en
la escritura quedaría como niño frente a un dulce, olvidarnos lo que el libro quiere
en suma decir u orientar. Leerlo por parte de todos los creen que puede existir una
literatura nacional resulta ineludible.
Aquí cabe sin embargo decir como colofón, algunas puntualizaciones. Un
eclipse no significa que el día ha acabado ni hay noche tan larga que no
tenga un amanecer. La generación nuestra en solitario puede no ser más que
desgarraduras destellantes en las sombras. En conjunto aunando esfuerzos, se
llegará a prorrumpir en un incendio que pueda alumbrar el camino de una Bolivia.
La fuerza de esa luz no puede sino alumbrar los derroteros nuevos, los ríos que
llegan al mar no lo hacen sino con la fuerza de los tributarios que van juntando su
fuerza, y asemeja su voz en estruendos, dejando al paso cualquier obstáculo. Si
no queda, como dice el libro, otro camino que trabajar, la hora del día no interesa.
Escuchamos una voz que dice: manaraj tutayusunchu, kawari, seguimos en mitad
del día.
Nota.- Hace ya como un mes que los Almaraz, los Prada, los Molina el debate
que prosigue en varios contextos. Cada quién en márgenes de distintos ríos,
su estruendo ya se escucha, los obstáculos tambalean dejándose llevar por su
corriente. Algunas plumas tomaron la virulencia de sus años juveniles en Oruro
(Molina). Otras han dejado de dar loas y creer en mesías (Almaraz, Prada). Otras
todavía duermen aletargados. La llamada del Tambor Vargas reclamando una
Patria resuena en suelo boliviano. Es cierto, el día no ha terminado.
Nota.- Todos festejamos con triunfos y derrotas, frente al adversario, Salud.
La Paz, 2 de julio de 2011
Edgar Jorge Rodríguez Alánez
No hay comentarios:
Publicar un comentario