Por Edgar Jorge Rodríguez Alánez

lunes, 8 de diciembre de 2014

De Méjico a Bolivia apenas hay un clic



De Méjico a Bolivia apenas hay un clic
Por Edgar Jorge Rodríguez Alánez
El tumulto gritaba y sus gritos retumbaban en el “estadium” como un turbión de agua que amenazaba con llevarse todo, los gritos tamborileaban en nuestros oídos y los cascos verdes que nos cubrían parecían campanas que retumbaban con las amenazas. Las únicas armas antimotines eran escopetas de balines de goma, las apretábamos como si ellas callarían los gritos, los unos con armas de guerra se aseguraban en un soliloquio mudo de que esas armas no fallarían. Los hinchas del San José gritaban y pugnaban por entrar por un resquicio de la curva sur, las piedras llovían, algunas llegaban e impactaban para llevarse en silencio una puteada y el dolor que producían. En silencio, inmutables, muralla: la Policía Militar, la Sección “Condor” del RA1 esperaba que se desencadene la tormenta.  
Hacia el norte un grupo de la Policía Nacional estaba en peores condiciones, algunos policías con cascos, otros apenas con bastones, alguno que otro con armas lanza gases, el tumulto había tomado ya la puerta  y en oleadas ingresaban al campo lanzando piedras, las oleadas parecían impulsadas y  controladas por algún reloj misterioso. De minuto en minuto las oleadas tomaron parte del campo norte hasta convertirse en una masa informe pronto a desparramarse como alud incontrolable.
Un ruido sordo estalla en nuestros oídos, el olor de azufre se confunde con polvo, humo y gas, las piedras parecen no llegar y el tumulto retrocede una descarga más y vemos huir a la gente por el mismo resquicio por donde entraron.
Al norte la multitud y los policías entrechocan entre sí y el gas confunde cuerpos, parecen dos manos tratando uno a la otra vencerse, los gritos gritan un ruido que carcome los tímpanos. Después de mucho el silencio, apenas los ruidos de ojos que se miran como justificándose lo ocurrido minutos atrás. Quizá el olvido se ha llevado lo peor de lo vivido.
Los recuerdos de ese hecho ocurrido hace más de tres décadas hoy se confunden con las imágenes que trae la caja boba desde otros países y lo que ocurre en otros departamentos y esporádicamente en el nuestro.
Las calles de las ciudades de Méjico presentan a policías montados en carros con ametralladoras, ametralladoras  manipuladas por soldados armados hasta los dientes. Por las veredas mujeres con niños y bolsas de hacer compras mirando como si tal cosa fuera apenas lo de siempre, lo cotidiano, lo inevitable, la mirada de los soldados desde esos carros otean carros que llevan a cualquier ciudad, los edificios árboles impasibles y un sol que parecen luces de una parafernalia venida para el infierno. Las imágenes parecen las mismas en una y otra ciudad de Méjico, la caja boba las muestra sin pudor.
Allí en los USA cosa parecida, los policías armados confunden las películas del antiguo oeste donde el “cherif” con estrella en el pecho cananas y pistolas al cinto, manos en un rifle que puede matar hasta elefantes, desmontan de los carros policiales en ciudades con el miedo a cuestas.
 Aquí cerquita en este país Bolivia, ya estamos viendo en algunas ciudades imitar esas poses y parece un recuerdo los policías tolete  en mano puedan controlar las turbas a diferencia nuestra policías militares haciendo uso de nuestras armas. La diferencia entre ellos los policías y nosotros los policías militares era eso: lo militar.
Hace no muy poco ante los hechos criminales presentados en Bolivia, los gobernantes, del presidente a los ministros, amenazan a la población con sangre y fuego a los criminales, terapia de miedo a la población, entre los pliegues del gran teatro apenas si han hecho algo en contra de los criminales, quizá hasta coludidos con ellos despliegan con más y más frecuencia hechos inadmisibles en otros tiempos.
En tanto en los otros países, los gobernantes parecen querer controlar con más o menos ojos, ojos metidos hasta en los uniformes como son las cámaras de video para cada policía. Parecen en sus discursos y sus hechos haber descubierto que la militarización de sociedad civil puede generar guerras en los callejones pero también revueltas que pueden tornarse incontrolables. Ferguson habla en los mítines.
En Méjico se han descubierto más y más muertos, muertos sin nombres,  sin cuerpos, muertos que son recuerdos de alguna familia destrozada y un hilo más para las mordazas de la gente. Y allí en Iguala, en Ayotzinapa, todavía son un número que no se puede contar los 43 estudiantes.
De allí,  de Méjico o USA a Bolivia apenas un clic de una computadora y sus tramas de miles de hilos conectados al mundo, el clik de la caja boba nos dice noticias, noticias que como dice el refrán, llevan agua para su molino.  Un segundo de una sociedad de guerra y miedo, otro desde estos lares para decir Justicia en Méjico en Ferguson, y aquí en Bolivia.
 Nota.: los recuerdos de aquel día que debía ser  fiesta entre San José y Strongest, tienen la rabia contenida en la sociedad, esta había hecho saltar en pedazos cualquier válvula de contención incluso el futbol.  
Bolivia, Oruro, diciembre 6 de 2014

Edgar Jorge Rodríguez Alánez
CI: 3081317 –Or
Cel 67128880